sábado, 30 de junio de 2012

Culturas empresariales que fomentan la corrupción

    

    





    Es algo ya sabido:  una cultura de podredumbre y corrupción ha crecido en el mundo empresarial y bancario,  ante la pasividad general, y sobre todo ante la pasividad (¿o connivencia?) de quienes debían vigilar. ¿Quién no conoce casos rampantes? Algunos bien concretos y menores los recogí aquí.

    El profesor Antonio Argandoña entra, quizá demasiado suavemente, en el problema. Sí, hace falta quitar del medio a una generación de dirigentes viciados. Con excepciones, porque siempre hay alguna. Pero pocas. 

    Necesitamos empresarios y banqueros y políticos... honrados, que no mientan, que basen su trabajo en el respeto a la confianza que se deposita en ellos. No tramposos. Todavía dominan los entresijos, y hay que retirarlos. 

    Es lo que propone taxativamente Argandoña en este artículo: Lecciones de (falta de) ética bancaria.

 


lunes, 18 de junio de 2012

Europa debe reencontrarse





El Secretario para las Relaciones con los Estados de la Unión Europea, Mamberti, ha dirigido un breve discurso a los embajadores de países de la UE acreditados ante la Santa Sede el pasado 11 de junio.

 

Europa no se encuentra a sí misma, les ha dicho, y no se encontrará mientras no sepa mirar con agradecimiento a sus propios orígenes y los valores que la caracterizan.

 

No ha brotado por generación espontánea el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, o el profundo sentido de la justicia y de la libertad, el valor de la laboriosidad, el espíritu de iniciativa, el amor a la familia, el respeto a la vida, el deseo de cooperación y paz...

 

Todos ellos son valores cristianos, muy alejados de las leyendas negras que con pasión morbosa nos hemos dedicado a fabricar para auto-calumniarnos.

 

Europa nació cristiana, y sólo permanecerá si es fiel a esos valores que la han cohesionado. Esa fue la visión de los padres de la UE: Robert  Schuman,  Alcide de Gasperi, Konrad Adenauer... El mundo necesita de sus valores, pero no sabrá aportarlos si los mira con desprecio.  

 

Europa tendrá algo bueno que ofrecer al resto de la humanidad si vuelve a reconocer agradecida sus orígenes,  y construye sobre ellos con creatividad el futuro.

Sí, es verdad que ha habido errores, personales y colectivos.  Pero la semilla de la doctrina estaba ahí, en nuestros orígenes, y a lo largo de los siglos, a trancas y barrancas, ha dado lugar a una civilización nunca jamás soñada en la historia.

 

Y los errores, reconozcámoslo con amor a la verdad, se han debido unas veces  al abandono personal o colectivo de la coherencia cristiana, y otras directamente a la negación personal o colectiva de Dios.

 

¿Hay que recordar que los mayores crímenes contra la humanidad los han causado el régimen nazi y los regímenes comunistas, todos ellos ateos?

 


sábado, 2 de junio de 2012

La tentación de falsificar la historia cuando no conviene


 

Trotsky eliminado


Martín Caparrós, periodista argentino, denuncia en su blog de El País a quienes desde el poder (en este caso en Argentina) intentan reescribir la historia, falsificando o borrando lo que nos les conviene, con métodos similares a los de Stalin.

        Esto dice Martín:

“Nadie recordaría aquella foto de Lenin con Trotsky si Stalin la hubiera hecho publicar con un epígrafe tipo "el exiliado León Trotsky antes de traicionar a la revolución". Pero nos acordamos porque lo que Stalin hizo fue borrar la imagen de Trotsky de la foto: borrarlo de la historia. Por eso aquella foto fue un símbolo de un régimen siniestro. Más allá de los personajes: los procedimientos.

Se pueden discutir lecturas de la historia, interpretaciones de la historia, explicaciones de la historia. Pero no ciertos hechos precisos de la historia. Cambiarlos no se llama discutir: se llama mentir. Y si se tiene poder –el poder de reescribir esa historia desde un diario o un púlpito o un trono–, se llama abuso de poder, autoritarismo, estalinismo, canallada.” 

 


Y más del IBI: argumentario





10 preguntas, 10 respuestas sobre la financiación de la Iglesia y régimen de fiscalidad

10 preguntas, 10 respuestas
Isidro Catela Marcos
Director de la Oficina de Información de la Conferencia Episcopal Española
1.-¿El Estado financia a la Iglesia?
Para su sostenimiento, la Iglesia no recibe nada de los Presupuestos Generales del Estado. Los contribuyentes eligen libre y voluntariamente, cada año, poner la X en la Declaración de la Renta. Esto supone, aproximadamente, un 25% del total de la financiación de la Iglesia.
El artículo 16 de la Constitución Española de 1978 establece que los poderes públicos “mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones”. Por otra parte, el Acuerdo sobre Asuntos Económicos entre la Santa Sede y el Estado Español, de enero de 1979, establece que “el Estado se compromete a colaborar con la Iglesia Católica en la consecución de su adecuado sostenimiento económico, con respeto absoluto del principio de libertad religiosa” (art II.1). Cooperación y colaboración no es financiación directa, ni subvención.
2.-¿La Iglesia ahorra dinero al Estado?
Es muy difícil conocer con exactitud la cantidad que la Iglesia le ahorra al Estado. Solo en el campo educativo, donde este cálculo es mucho más sencillo, podemos afirmar que, según datos del propio Ministerio de Educación, una plaza en un centro público tiene un coste anual de 3.518 euros. En un centro concertado, esa misma plaza cuesta al erario pública únicamente 1.841 euros. Únicamente por este concepto, y tomando como base los datos de gasto público del Ministerio de Educación en 2009, la Iglesia ahorra al Estado 4.399 millones de euros.
3.-¿El Patrimonio de la Iglesia es un tesoro económicamente rentable?
La Iglesia es depositaria de un importante patrimonio cultural que a lo largo de los siglos han sido creados o recibidos por distintas instituciones de la Iglesia. Este patrimonio no se plantea como una riqueza en sí misma, ni supone un tesoro económico o fuente de negocio. Se ha planteado siempre como servicio a los demás, es un tesoro cultural para todos, pero en ningún caso un tesoro económicamente rentable. Más bien todo lo contrario.
4.-¿La Iglesia solo aporta un 2% del presupuesto de Cáritas?
Se confunde aquí la aportación de la Iglesia con la donación de la Conferencia Episcopal Española. En realidad, cuando se habla de ese 2% se trata de un donativo que se viene realizando desde la CEE en los últimos cuatro años. La cantidad se ha ido incrementando anualmente hasta situarse en el 2,17% actual. En 2011, se han donado 5 millones de euros. Y en estos cuatro años, se ha entregado un total de 13,8 millones de euros.
Además, cuando se habla de esa “escasa” aportación del 2% se toma como base el presupuesto presentado por Cáritas Española y no se hace referencia alguna a las Cáritas diocesanas, una verdadera red que llega a todos por medio de las Cáritas parroquiales.
El 65% de los fondos de Cáritas proceden de donaciones privadas. La gran mayoría de esos fondos provienen de instituciones y de personas de la misma Iglesia.
5.-¿Cáritas no es la Iglesia?
Cáritas no solo pertenece a la Iglesia sino que es la misma Iglesia, en su estructura más fundamental que es la parroquia. Los miles de voluntarios de la Iglesia, que realizan actividades sociales, no nacen por generación espontánea. Son miembros de la Iglesia que han recibido el anuncio de la Buena Noticia y viven y alimentan su fe en la comunidad eclesial. Esa experiencia es la que da razón de ser a toda su actividad.
6.-¿La Iglesia no paga el IBI?
Es falso. La Iglesia paga el IBI de todos los inmuebles que no estén exentos por ley.
7.-¿La Iglesia es la única que, en algunos casos, está exenta del pago del IBI?
También es falso. Tampoco lo pagan, entre otras, las Fundaciones, las Asociaciones de utilidad pública, las federaciones deportivas, los partidos políticos, los sindicatos, las iglesias evangélicas, las comunidades hebreas y musulmanes. En Madrid, por ejemplo, no pagan el IBI: el museo del Prado, la SGAE, el Hotel Ritz, el Palacio de Liria, etc.
Está regulado en la llamada Ley de mecenazgo (ley 49/2002)
Se trata de una medida de incentivo fiscal con la que el Estado reconoce las actividades de interés general que realizan muchas instituciones. Es lógico que el Estado promueva e incentive –también fiscalmente- a quienes trabajan a favor del bien común.
8.-¿La Iglesia no paga tasas municipales?
Sí las paga (basuras, vados de garajes, etc.). No hay ninguna exención prevista en la Ley sobre el pago de estas tasas.
9.-La Ley le da la razón a la Iglesia, pero en este momento tan duro de crisis, ¿no podría hacer un gesto ante la sociedad y renunciar voluntariamente a la exención del IBI?
La Iglesia hace gestos reales y diarios en favor de los que más lo necesitan. Muchos obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos han hecho signos visibles, reduciéndose el suelo, y otros muchos lo han hecho y no lo han dicho.
10.-¿Y si hubiera un cambio en la legislación fiscal?
La Iglesia estará siempre a lo que dicte la Ley. Si hubiera un cambio en la legislación fiscal, estaría a lo que dictara la norma, siempre con el límite de los beneficios previstos en los Acuerdos, que tendrán rango superior. La Iglesia va a seguir cumpliendo su misión con los medios de que disponga. Lógicamente, si se dispusiera de menos recursos, las actividades podrían verse mermadas, pero con más o con menos medios, la Iglesia va a seguir haciendo mucho por tantos que todavía necesitan tanto.
Isidro Catela Marcos
Director de la Oficina de Información de la Conferencia Episcopal Española.
Publicado en el semanario Alfa y Omega. 31-05-2012

Manifiesto para periodistas sencillos

Sigo mi lema de copiar (o quizá recopilar, que suena mejor) las cosas buenas que escriben otros. Muchas veces el mejor servicio a la cultura es remitir a las ideas buenas, en vez de repetir con palabras peores lo que ya otros han dicho mucho mejor: facilitar que la gente encuentre lo mejor. Este es el manifiesto de Tim Radford, recogido aquí por Toni Piqué.




Tim Radford se ha jubilado. Después de editar millones de frases en las secciones de Ciencia, Cartas al Director y Cultura de The Guardian y en las revistas de Elsevier, el veterano periodista ha publicado este manifiesto que uno ha traducido lo mejor posible porque es una pena perdérserlo por no saber inglés. Si saben es mejor que lean el original. Es más divertido y, bueno… ¡es el original!

1. Cuando te sientes a escribir habrá una sola persona importante en tu vida. Se trata de alguien a quien jamás verás llamado lector.

2. No escribes para impresionar al científico al que acabas de entrevistar, ni al profesor que fue decisivo para tu graduación, ni al editor estúpido que te rechazó o a esa persona tan atractiva que acabas de conocer en la fiesta y sabía que eras periodista (o a su madre). Escribes para impresionar a alguien que está colgado de la barra del metro entre las estaciones de Parsons Green y Putney y que dejaría de leerte en un milisegundo si pudiera hacer algo mejor.

3. Así pues, la primera frase de tu artículo será la más importante en su vida y luego la segunda y la tercera. Porque, a pesar de que tú –empleado, apóstol o apologista– te sientas obligado a escribir, nunca nadie está obligado a leer.

4. El periodismo es importante. Pero uno nunca debe engreírse con esa importancia. Nada mejor que la pomposidad para llevar al lector a cambiar tu pieza por el crucigrama o los resultados hípicos. Por tanto, las palabras simples, las ideas claras y las frases cortas son de vital importancia. Y también un toque irreverente.

5. Una frase que merecería ser grabada en la funda de tu computador: “Nadie se quejará jamás si escribes algo fácil de entender.”

6. Otra cosa que debes recordar cada vez que te sientes ante el teclado: “Nadie tiene por qué leer esta mierda”.

7. En caso de duda, asume que el lector no sabe nada. Sin embargo, nunca cometas el error de suponer que es estúpido. El error clásico en periodismo es sobreestimar lo que el lector sabe y subestimar su inteligencia.

8. La vida es complicada, pero el periodismo no puede ser complicado. Precisamente porque asuntos como la medicina, la política, la contabilidad o las ordenanzas de Mornington Crescent son complicados, los lectores recurren a The Guardian, o a la BBC, o a The Lancet. Porque tienen la esperanza de que se los expliquen de forma sencilla.

9. O sea, si un asunto está tan enredado como un plato de espaguetis, tu texto consiste en un solo espagueti cuidadosamente extraído del plato. Lo ideal sería que además llevara adherida salsa de aceite, ajo y tomate. El lector agradecerá que le hayas dado una parte simple y no todo el enredo del plato. Porque (a) el lector sabe que la vida es complicada y agradece que alguien le explique con claridad al menos un fragmento, y (b) porque nadie lee informaciones que sugieren algo como “lo que sigue es inexplicablemente complicado...”

10. Por lo tanto, una regla básica es esta: una información solo debe contener una gran historia. Si te sientes aguerrido para lidiar con cuatro grandes asuntos de una historia, haz que el entrelazamiento de esos asuntos sea el argumento de tu información. Puedes agregar algún elemento picante pero solo si no te aparta del único argumento narrativo que hayas elegido.

11. Una observación. Ni se te ocurra empezar a escribir hasta que no hayas decidido cuál será tu argumento y no puedas decirlo en una sola frase. Pregúntate luego si tu madre escucharía esa frase durante más de un microsegundo antes de dedicarse de nuevo a la plancha. Porque cuando quieras venderle un artículo a tu editor recibirás ese mismo nivel de atención. Así que ten mucho cuidado con esa frase. Además, esa frase será a menudo –no siempre, pero muchas veces– la primera frase de tu artículo.

12. Siempre hay una primera frase –una introducción, una entrada…– ideal para cualquier artículo. Pensar en ella antes de empezar a escribir ayuda de verdad: descubrirás que las siguientes frases se escriben casi solas y muy rápidamente. Esto no significa que seas simplista, facilón, superficial o pícaro. Ni tampoco un superdotado. Solo significa que has dado con la entrada idónea.

13. Un periodista no debe sentirse insultado si lo llaman “simplista”, “facilón”, “superficial” o “pícaro”. Cuando paga por un periódico, el comprador desea que la información le llegue con facilidad y rapidez, sin notas ni referencias oscuras o aclaraciones a pie de página.

14. "Sensacional" o "trivial" no son insultos para un periodista. Uno lee lo que lee –teatro isabelino, novelas rusas, cómics franceses, novela negra americana…– porque algo en esas obras apela a su sentido de la emoción, del humor, del romance o de la ironía. El buen periodismo debe ofrecer sensación de humor, de emoción, de intensidad o acidez. “Trivial” es el insulto favorito de los estudiosos. Pero incluso ellos se interesaron por su objeto de estudio porque se sintieron atraídos por algo brillante, llamativo y, en efecto, trivial.

15. Las palabras tienen significado. Debes respetarlo. Ve a la raíz [be radical]:búscalos en el diccionario, averigua de dónde vienen. Luego, utilízalos de forma adecuada. [No hagas alarde de autoridad porque eso puede demostrar tu ignorancia. No te metas por un camino complicado sin preguntarte antes cómo piensas recorrerlo (el original es un juego de palabras y significados que pillo pero no sé traducir bien)].

16. La regla dice que debes huir de los clichés como de la peste. Excepto cuando das con el cliché adecuado. Te sorprendería lo útil que es un buen cliché usado con criterio. Porque en el periodismo no siempre tienes que ser tan inteligente, pero siempre tienes que ser muy rápido.

17. Las metáforas son buenísimas. Eso sí, no las elijas disparatadas y nunca, nunca las mezcles. En The Guardian, los copy-editors [en los diarios británicos los llaman “sub[editor]s”] concedían el premio “Piraña Amordazada”, una especie de Oscar de la incompetencia que toma el nombre de un reportero de laboral, que advirtió al mundo que “los gatos monteses del congreso del Sindicato se ocultan en la maleza, dispuestos a saltar como pirañas si no son amordazados”. George Orwell informa de un diputado que dijo: “el pulpo fascista calzado con botas [jackbooted] ha entonado el canto del cisne”.

18. Ojo con hacerse el enrollado, el buena onda. Cuando Moisés ordenó a sus comandantes que degollaran a todos los madianitas no lo hizo para demostrar que él era muy duro. Cuando advirtió al Faraón que dejara ir a su pueblo no le dijo: “colega, déjanos sitio, ¿no?” y el Faraón tampoco respondió: “ni de coña, tío”. El habla de taberna o de café tiene su propio ritmo, su propio lenguaje corporal, sus propias señales. El habla de la página de diario no tiene acento, no hay tono de voz que señalice la ironía, la comedia o la broma. Debe ser directo, claro y vívido. Y para eso es preciso que respete la gramática oficial.

19. Cuidado con las palabras largas y absurdas, con la jerga. Esto es doblemente importante si eres periodista científico, pues de vez en cuando tendrás que manejar palabras que no utiliza ningún ser humano normal: fenotipo, mitocondria, inflación cósmica, campana de Gauss, isostasia… Así que no es necesario que, además, digas “radiante” y “dichoso” en lugar de “brillante” y “feliz”.

20. Es mejor el inglés que el latín [la lengua ordinaria que la culta]. No extermines, mata. No salives, que se te caiga la baba. No incineres, quema. Moisés no le dijo al Faraón: “La consecuencia de no liberar a cierto grupo étnico podría dar lugar en última instancia a algún tipo de manifestación de las algas en la principal cuenca hidrográfica, con resultados imprevisibles para la flora y la fauna, que podrían afectar al consumo humano.” No. Le dijo: "las aguas del río se convertirán en sangre, los peces que hay en él morirán y el río apestará.”

21. La gente siempre respondemos a lo que nos es próximo. Los ciudadanos del sur de Londres deberían preocuparse más por la reforma económica en Surinam que del próximo resultado del Millwall [un equipo de fútbol de la zona], pero la mayoría no lo hace. Acéptalo. El 24 de noviembre de 1963, el Hull Daily Mail me mandó buscar un ángulo local sobre el asesinato del presidente Kennedy. Hasta que no encontré este arranque: "Los ciudadanos de Hull estaban ayer de luto...", no me dejaron seguir explicando todo lo que había pasado en Dallas.

22. Lee. Lee un montón de cosas diferentes. La Biblia del Rey Jaime y Dickens y los poemas de Shelley y Marvel Comics y novelas de Chester Himes y Dashiell Hammett. Fíjate en las maravillas que puedes hacer con las palabras. Mira la forma en que esos autores evocan mundos enteros en apenas media página.

23. Cuidado con los definitivos. El último caballo en el abrevadero de Surrey quizá no sea el último en el de Godalming. Casi siempre hay alguien que es más grande, más rápido, más viejo, más precoz, más rico o más nauseabundo que el candidato a quien acabas de calificar con ese superlativo. Ahórrate la molestia. Escribir “uno de los primeros...” te sacará del apuro. Si no puedes, sigue la norma: escribe “según el Libro Guinness de los Récords...”, "según la lista de los más ricos del Sunday Times..." y así.

24. Hay cosas que el buen gusto y la ley no permiten escribir. Mis favoritos son “Asesino absuelto” y (en un reportaje sobre una obra de teatro sobre la Pascua de Resurrección) “Paul Myers, que interpretó a Jesucristo, fue la estrella del espectáculo.” Examina qué textos son de mal gusto y cuáles te pueden costar hasta medio millón de libras por palabra.

25. Los periodistas tienen una responsabilidad que no es sólo legal. Por tanto, busca la verdad. Si es difícil de alcanzar, y a menudo lo es, por lo menos busca la imparcialidad y sé consciente de que la historia siempre tiene otras caras. Cuidado con las apelaciones a la objetividad. Son las más sospechosas entre todas. Puedes informar que la Royal Society dice que la modificación genética es una buena cosa y que el uranio empobrecido es casi inofensivo. Pero debes recordar que quienes inventaron la modificación genética fueron incorporados inmediatamente a la Royal Society por miembros de esa entidad que entraron
porque sabían cómo enriquecer barras de combustible de uranio y empobrecer el sobrante. Parafraseando a Mandy Rice-Davies, diríamos: "¿qué otra cosa podían hacer, no?".