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domingo, 24 de marzo de 2013

Sobre el buen periodismo: los cínicos no sirven para este oficio.


Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo.




 Ryszard Kapuscinski. Ed. Anagrama.


     Ryszard Kapuscinski, polaco,  nacido en 1932, es autor de obras de historia contemporánea, que se mueven entre el reportaje periodístico y la literatura histórica: El Emperador (sobre Haile Selassie), La guerra del fútbol, El Sha, Another Day of Life, y El Imperio (sobre el imperio soviético, escrito tras  una  estancia de tres años en la URSS (1990-1992), Ébano, Lapidarium,…

    Este libro recoge dos encuentros y una entrevista con R.K., celebrados en 1994 y 1999. Kapuscinski muestra su modo de entender y hacer el periodismo, y lo hace con la autoridad de quien ha tratado de vivir lo que aconseja durante largos años de ejercicio profesional.

     La clave de su estilo, asegura,  es la mimetización,  vivir como uno más en las zonas más recónditas y anónimas del país que desea dar a conocer. No  pretende basarlo todo en contactos “de alto nivel”, que con frecuencia dan una visión sesgada o como mínimo alejada de la realidad. Es la suya una historia construida desde abajo, atenta a los pequeños detalles, fruto de la observación y de la intuición, ajeno a  prejuicios ideológicos, despolitizada. 

    "Es más útil entrar en un museo que hablar con cien políticos profesionales”, dirá. “Hoy, para entender hacia dónde vamos, no hace falta fijarse en la política, sino en el arte. Siempre ha sido el arte el que, con gran anticipación y claridad, ha indicado qué rumbo estaba tomando el mundo y las grandes transformaciones que se preparaban…”


Para ejercer el periodismo ante todo hay que ser buena persona

Denuncia el  empobrecimiento que ha sufrido el periodismo en su  evolución histórica: comenzó como ejercicio de búsqueda de la verdad, y ha pasado en demasiadas ocasiones a   instrumento de poder político. Finalmente se ha convertido en espectáculo al servicio de un negocio. Ahora al frente de los medios no suele haber periodistas, sino hombres de negocios, y la información se ha separado de la cultura.

 Aporta una intuición clarividente: las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Y nos ofrece una consideración que hará sonreir a más de uno, pero que es preciso  recordar hoy:   para ejercer el periodismo ante todo hay que ser buena persona. Si se es buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Es una cualidad que en psicología se denomina “empatía”, que permite comprender el carácter del interlocutor y compartir de forma natural y sincera sus problemas. En este sentido, el único modo correcto de hacer nuestro trabajo es desaparecer, olvidarnos de nuestra existencia: existimos sólo para los demás, para compartir con ellos sus problemas e intentar resolverlos, o al menos describirlos.

A su juicio, capacidad de sacrificio y formación permanente son elementos indispensables para el buen periodismo. “En el periodismo, la actualización y el estudio constantes son la conditio sine qua non. Nuestro trabajo consiste en investigar y describir el mundo contemporáneo, que está en un cambio continuo, profundo, dinámico y revolucionario. Día tras día, tenemos que estar pendientes de todo esto y en condiciones de prever el futuro. Por eso es necesario estudiar y aprender constantemente. Tengo muchos amigos de gran calidad junto a los que empecé a ejercer el periodismo y que a los pocos años fueron desapareciendo en la nada. Creían mucho en sus dotes naturales, pero esas capacidades se agotan en poco tiempo; de manera que se quedaron sin recursos y dejaron de trabajar.”

Recomienda al periodista paciencia y trabajar duro: “los lectores acaban reconociendo la calidad de nuestro trabajo y asociarla con nuestro nombre. Son ellos los que deciden, no el director.”
             

martes, 20 de marzo de 2012

Ébano. Ryszard Kapuscinski


Ébano

Publicado por primera vez en Polonia en 1998, Ébano constituye una impresionante crónica de la experiencia de R.K. como corresponsal en África durante más de treinta años. 


Crónica impresionante no sólo por los hechos que narra, sino quizá sobre todo por la sencillez y veracidad que logra transmitir su relato, bien alejado de algunos periodismos de denuncia, elaborados a base de prejuicios, frases hechas y lugares comunes. Esta crónica, en cambio, está llena de humanidad y realismo.


Jugándose la vida y la salud, con pocos medios, pero sin hacer alardes, Kapuscinski no se conforma con los estereotipos o las versiones oficiales, que permiten al periodista enviar ácidas crónicas sin abandonar la comodidad del hotel. RK se adentra solo en los barrios más pobres, y allí se instala; viaja a lugares que no son noticia para los europeos, y por rutas que sólo transitan los indígenas. Se acerca a la realidad de las personas más humildes y describe lo que ve, con una mirada humana, en la que se adivina el deseo de comprender y ayudar. 


Gracias a esa cercanía amable, al trato directo con el pueblo más de a pié, y sin perder de vista quién es quién entre las autoridades de turno, logra describir con realismo cómo viven, cómo piensan, qué huellas de la historia pueden estar detrás de acontecimientos tan penosos como el genocidio de Ruanda y tantos otros, por qué en ese continente se suceden interminablemente las guerras y las violencias...Y qué hay de verdad en las versiones oficiales o seudo-oficiales que llegan hasta nosotros.


Junto a su maestría como escritor, destaca en R.K. su formación como historiador. En sus relatos acude con frecuencia a los antecedentes históricos de cada persona, tribu o nación, logrando una perspectiva que permite entender mejor los acontecimientos actuales. También por eso pienso que este libro constituye una de las más fiables referencias para quien desee comprender algunas claves de lo que sucede en África.


Jesús Acerete