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domingo, 4 de junio de 2023

Amabilidad, esencia de la cultura

Escena de El festín de Babette


Tras el esteticismo de algunas personas refinadas, que se tienen por artistas y creadores de cultura, se esconde muchas veces el vacío y el hielo, la falta de la experiencia de un contacto noble y abierto con personas sencillas, normales.

 

Ese esteticismo es incapaz de alcanzar la altura de los valores humanos que emergen en la simpática charla familiar de una madre con sus hijos, en la amable tertulia de amigos que comparten experiencias, en el foro público cuando sirve para un intercambio razonado y respetuoso de puntos de vista. En ese diario encuentro entre personas normales es donde verdaderamente se crea la cultura.

 

Woody Allen decía a propósito de una de sus películas: “Un hombre ordinario, no brillante, un no intelectual, tal vez sin la apariencia de la distinción, si se abre con sencillez a los seres humanos, toca más de cerca que el artista a la fuente, a la esencia de la vida.”

 

Si el corazón y los sentimientos están helados, cerrados a dar y compartir con las personas reales que nos rodean, de poco sirve refugiarse en el arte o en las abstracciones políticas. De ahí no puede emerger ninguna cultura auténtica, esa que nos hace mejores y es por tanto la verdadera cultura de progreso.  

 

Sólo cuando uno vive con realismo, abierto a encontrarse con quienes le rodean, dispuesto a dar y compartir, a escuchar y dialogar amablemente, libre de imposiciones y rencores, cuando lleva a la práctica que la vida está por encima de la cultura, empieza a nacer la verdadera cultura que hace grandes a los pueblos. 


Relacionado:

El festín de Babette


 

lunes, 7 de septiembre de 2015

The monuments men: salvad el patrimonio histórico de la humanidad



The Monuments Men. Robert M. Edsel. Ed PlanetadeLibros




La destrucción y el saqueo del patrimonio cultural, artístico y religioso de las naciones es una de las grandes tragedias de las guerras. Con frecuencia no se trata de  un daño colateral, sino algo provocado a conciencia, con afán de herir, humillar o incluso borrar del mapa la conciencia histórica de una nación.


Nos llegan noticias de los estragos que el Estado Islámico está provocando en monumentos de gran valor arqueológico en Siria o Irak. Tras la invasión de EEUU en 2003, el Museo Nacional de Irak en Bagdag sufrió un terrible saqueo, en el que desaparecieron cerca de quince mil obras de arte de gran valor. Una sociedad que se precia de ser civilizada no debe acostumbrarse a estos desmanes. Un atentado contra el patrimonio de la humanidad es un atentado contra el legado común, que pertenece a todos.


Robert Edsel reivindica en este libro el trabajo de protección y recuperación de obras artísticas que un pequeño grupo de expertos realizó durante la segunda guerra mundial. Es una historia real, basada en abundantes fuentes documentales escritas por sus protagonistas.


Los “hombres de los monumentos” fue un equipo de personas, algunos expertos en arte, creado por  los aliados para que acompañaran a las tropas en su avance sobre Europa, con la misión de señalar y proteger los monumentos más importantes, y encontrar las obras de arte que hubiesen sufrido saqueo. Con escasos medios, y con frecuencia a regañadientes de sus jefes militares, ese pequeño grupo de hombres consiguió salvar gran parte del legado cultural de Europa.


El autor ha tenido acceso, entre otras fuentes históricas, a la correspondencia y notas de diario de los principales personajes de aquel equipo. Por eso logra reconstruir con realismo la vida en algunos de los frentes de guerra y en los territorios que se iban liberando, especialmente en Francia, Países Bajos y Alemania.

*

Anoto algunas ideas que me han parecido resaltables:

-          La percepción de los acontecimientos históricos por sus protagonistas, y su opinión sobre ellos, puede ser distinta de la nuestra. Ese es uno de los grandes retos de la historia, que no siempre respetan  algunos políticos y agitadores culturales seudointelectuales, que tratan de desorientar a los incautos juzgando a los personajes históricos desde la mentalidad actual. (18)

-          En situaciones de emergencia es cuando se descubre el valor de las personas abnegadas, que no piensan sólo en su interés personal. El general Eisenhower, en 1942, buscaba gente capaz de cumplir, “capaz de olvidarse de sí mismo y de su suerte personal. Ya he relevado a dos oficiales por no preocuparse más que de “injusticias”, “atropellos”, “prestigio”” en decisiones que parecían arrinconarles. (25)

- 
-          El retablo de Gante , que representa la Adoración del Cordero Místico, pintado por los hermanos Van Eyck en 1432, es una obra magistral que revolucionó la historia de la pintura por su minucioso realismo. Con él se inicia el Renacimiento en los países nórdicos. (154).

-          Un homenaje al silencio y la discreción: a menudo quienes realizan las mayores hazañas son quienes menos hablan de ellas. (166)

-          El conde von Metternich era el jefe de la Kuntchurtz, organismo de conservación cultural alemán en Paris durante la ocupación. Luchó para que los alemanes respetaran los Acuerdos Internacionales de la Convención de la Haya, y evitó saqueos caprichosos de Goebbels y Göring. Los nazis le acusaron de ser “demasiado católico” y de defender los intereses de Francia, pero en realidad era un hombre noble que no se plegó al juego nazi.(168)

-          El Tapiz de Bayeux, del siglo XI, un bordado de más de 60 metros de largo, es la descripción más detallada que se conserva acerca de la vida en la Alta Edad Media. Una reliquia religiosa, pilar de la historia cultural francesa.






lunes, 18 de agosto de 2014

El regreso del hijo pródigo. Un maravilloso cuadro de Rembrandt






El regreso del hijo pródigo. Meditaciones sobre un cuadro de Rembrandt
Henri J.M. Nouwen

Henri Nouwen (1932-1996), sacerdote católico holandés, fue profesor en varias universidades de Estados Unidos y en sus últimos años abandonó sus clases para trabajar como capellán en una institución dedicada a la atención de deficientes mentales. 


Este libro es la narración del impacto interior que le produjo la contemplación del famoso cuadro de Rembrandt, en que aparecen los personajes principales de la extraordinaria parábola de Jesús sobre el hijo pródigo, recogida en el capítulo XVdel Evangelio de san Lucas. Retrata el momento del retorno: el Padre acoge con un abrazo maternal al hijo, que vuelve sucio, arruinado y humillado, pero arrepentido, al hogar del Padre, ante la mirada fría y desconfiada del hermano mayor.


Con una  valiosa erudición pictórica, Nouwen nos enseña a contemplar la pintura, y a descifrar la propia experiencia vital de Rembrandt.  La luz, los claroscuros y colores, los estudiados ropajes, gestos y actitudes  de cada personaje,  muestran una profunda asimilación de la enseñanza que Jesucristo nos ha  querido transmitir sobre el amor paternal de Dios a cada persona. Es una magistral imagen de las consecuencias de nuestra condición de hijos de Dios, en perfecta sintonía con la enseñanza de la Iglesia católica sobre la filiación divina.  


El autor se fija primero en la imagen del hijo menor,  el que se marchó de la casa del Padre de manera destemplada y desagradecida, hastiado de una vida aparentemente monótona, buscando  independencia y placer. Ahora regresa en actitud humilde y compungida, extraordinariamente interpretada por Rembrandt. Nouwen extrae consideraciones que invitan a la reflexión personal, al contrastar la propia conducta con la del personaje del cuadro.


Después repara en el hijo mayor, en su rostro frío y distante, incapaz de participar de la alegría del Padre por la vuelta del hijo descarriado. Su aparente dignidad, propia de quien se ha  mantenido junto al Padre en su casa,  está ensombrecida por una heladora falta de comprensión y de afecto: no ha entendido todavía la capacidad de perdón y de olvido de las ofensas que tiene el amor verdadero.


Y por último, descubre al Padre, su actitud maternal, acogedora, benevolente, dispuesta al perdón. En el Padre la alegría por el regreso del hijo arrepentido es mucho más grande que el sentimiento de ofensa.  Y en esa actitud Nouwen descubre el sentido de su propia vocación, que es en el fondo el sentido de toda vocación cristiana: participar del amor de Dios Padre por cada hombre, hacer sentir a cada persona que no está sola, que se la quiere. Un amor que no conoce fronteras,  siempre dispuesto a acoger y perdonar por grandes que hayan sido los desprecios y ofensas recibidas. 


Uno de los autores que más ha profundizado en el amor paternal de Dios por los hombres, y en el correspondiente sentido de la filiación divina, es san Josemaría Escrivá. Por eso, un buen complemento de este libro es la homilía La conversión de los hijos de Dios, en Es Cristo que pasa, nº 64. Su comentario  a este mismo pasaje del Evangelio es, más allá de la mera contemplación del cuadro, una invitación a sacar consecuencias operativas de la maravillosa realidad de nuestra condición de hijos queridísimos de Dios.   


Inserto este video en que el fundador del Opus Dei habla precisamente de la maravilla que supone un Dios siempre dispuesto a perdonar:







viernes, 10 de mayo de 2013

Encarnación Ortega, una mujer bandera en el mundo de la moda






Páginas de amistad. Relatos en torno a Encarnita Ortega
Maite del Riego. Ed. RIALP


   Encarnación Ortega Pardo
fue una de las primeras mujeres del Opus Dei. Su vida es el relato de la forja de virtudes humanas y cristianas, con las que Dios la fue preparando desde su infancia. Sufrió las terribles consecuencias de la guerra civil, que pasó en Teruel con su familia. Durante el asedio, con sólo 16 años, sirvió como enfermera militar. 

   En 1941 asistió en Alaquàs (Valencia) a un curso de retiro que predicó el fundador del Opus Dei, san Josemaría. En esos días de intensa oración escuchó la llamada a la que Dios la venía preparando, y solicitó ser admitida en el Opus Dei. Desde entonces se entregó con pasión de enamorada a su vocación de servicio a Dios en el trabajo y en las circunstancias ordinarias de la vida. 

   En 1946 marchó a Roma, donde trabajó intensamente junto al fundador durante 15 años, ayudándole con eficacia y fidelidad en el gobierno y expansión apostólica del Opus Dei por todo el mundo. Era una mujer de temple, firme y a la vez suave, ecuánime, sin arrogancia. Inspiraba confianza. Sabía escuchar y comprender, desdramatizar y echarle humor a la vida cuando surgían complicaciones. 

   Desde 1961, de vuelta en España, su fina sensibilidad le impulsó a dedicarse a actividades relacionadas con la imagen y la moda femenina. Una actividad en la que por su buen gusto y elegancia se encontraba como pez en el agua. Deseaba también secundar el deseo de san Josemaría, que hablaba con frecuencia de la necesidad de profesionales que promovieran una moda bella, atractiva, elegante, que resaltara la dignidad de la persona

   Encarnita, como la llamaban familiarmente, estaba dotada de un gran sentido de la amistad. Este libro recoge testimonios de algunas de las numerosas personas que la recuerdan con agradecimiento por haber tenido el privilegio de tratarla, y relatan la honda huella que su trato ha dejado en ellas. A través de recuerdos de personas que la conocieron de cerca, sobre todo en los últimos años de su vida, vamos descubriendo el secreto del temple y del rico mundo interior de Encarnita. Reseño aquí sólo algunas pinceladas. 

   Elegancia, arte, belleza,…están relacionados con el respeto a los demás, con la dignidad propia y ajena. Manifestaba que hay una honda relación entre el arreglo personal, “ir bien” y el respeto a los demás. Su delicadeza y su forma de arreglarse no eran simple forma exterior, manifestaban respeto y un afecto verdadero hacia las personas. Y en el fondo de todo esto había mucho más. Su figura, su compostura, siendo naturales, tenían fuerza y contenido. Su estar llevaba a Dios

   Juanto a su amor a la belleza, Encarnita tenía el don de piedad, que nos relaciona con Dios. Y como dice Richard Harries en su libro El arte y la belleza de Dios:Cuando el amor a la belleza y el amor a Dios se combinan, el resultado puede ser de verdad intenso”. 

   Encarnita recordaba con frecuencia lo que Juan Pablo II, en la carta a los artistas, ha dejado escrito:“la belleza es clave del misterio y llamada a lo trascendente”. La huella de Dios está impresa en los valores estéticos verdaderos: una poesía, una buena película, una composición musical, la elegancia de una persona, la grandeza de un paisaje… 

   La ropa puede ser un elemento educativo también para los pequeños: a través de la ropa pueden aprender virtudes: buen gusto, sobriedad, orden,… 

  La importancia de arreglarse cuando se es menos joven, o en la enfermedad: Encarnita hasta el último momento trató de estar bien arreglada y presentable, hasta el punto de que los médicos se sorprendían. Con su fino sentido del humor les decía: “Una cosa es que yo esté mal, y otra que dé pena”. 

   En sus últimos años, comentaba que se arreglaba porque era ya mayor y por su enfermedad no podía ayudar con trabajos físicos. Por eso, su aportación a la familia consistía en intentar estar agradable y alegre, para que los demás no se preocuparan y se sintieran mejor…

   Este deseo de agradar le dio vitalidad hasta la muerte, aunque le costara esfuerzo. En la enfermedad hay que pensar en los demás, decía. No quería que se dijera a los que llamaban por teléfono que no se podía poner, porque era una forma de alarmar y de hacer pasar malos ratos innecesarios; se sobreponía aunque estuviese muy mal, y daba ánimos a los demás. 

   Tenía siempre esa atención constante por los demás, que le salía del fondo, como algo profundamente querido y adquirido, con la ayuda de Dios. En los ratos que pasaba en familia, nunca se quejaba de nada, ni interrumpía las conversaciones. A pesar de que tenía tanto que decir, casi siempre callaba. Hablaba si veía que el ambiente decaía, salvando la situación con oportunidad. 

   Felicidad, alegría. Decía, y lo vivía, que la gente que es feliz, pase lo que pase, es la que mueve a otros a buscar la felicidad, a imitar ese carácter y ese modo de afrontar las situaciones sencillas o complicadas. Lo deseable es que cada uno sea ese punto de referencia para los demás, porque lo necesitan tanto como nosotros mismos. 

   Comunicaba bien. Aunque llevaba guiones bien preparados a sus conferencias y charlas,  jamás los leía y utilizaba pocas citas literales. Se dirigía a la gente en un diálogo directo, adaptándose a las características del público. Procuraba introducir el tema contando una anécdota o algo que en aquellos días era tema de conversación: así captaba la atención desde el primer momento, se la seguía con interés y el contenido resultaba actual y atractivo. 

   El cielo. El cristiano no tiene miedo a pensar en el más allá, y Encarnita pensaba en el cielo. Un día detalló a una de sus amigas cómo veía su encuentro con Jesús en el Cielo: “Allí te mostrará dos imágenes, una será la de los planes que tenía para ti y la otra lo que en efecto has hecho en tu vida. Si las dos coinciden has cumplido la voluntad de Dios y recibirás el premio eterno”. Y también añadía: “Piensa qué feliz serás cuando llegues al Cielo y digas: mira, todos éstos –y ahí hizo un amplio gesto con la mano-, todas estas almas he traído para Ti”. 

   Estaba siempre disponible, dispuesta a servir. Cuando alguien le preguntó por qué nunca decía que no y siempre estaba disponible para lo que le pedían, respondió: “Es que no hay que decir que no, si se puede hacer, porque el que pide espera una respuesta afirmativa y eso es lo que agrada a Dios”. 



Opus Dei -   Fallecida en 1996 sin perder su serena sonrisa, la fama de su vida santa se ha extendido por el mundo y son muchos los que se encomiendan a su intercesión y le piden favores de todo tipo. El rico contenido de este libro ayuda a entender por qué.