Mostrando entradas con la etiqueta cine. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cine. Mostrar todas las entradas

viernes, 21 de septiembre de 2018

Un guionista en Hollywood. William Goldman


Las aventuras de un guionista en Hollywood.
William Goldman. Ed. Plot



William Goldman ha sido guionista de películas memorables como “Dos hombres y un destino” (Óscar al mejor guión en 1969), “Con la muerte en los talones”, “Maraton Man” o “Todos los hombres del Presidente” (Óscar a la mejor adaptación en 1976).  

Publicado por primera vez en 1983, este libro narra sus experiencias en el singular mundo interior de la meca del cine, un mundo muy diferente del que vemos en la pantalla. Van desfilando por sus páginas personajes míticos de Hollywood  (empresarios, directores, artistas, músicos, guionistas…) con los que tuvo oportunidad de relacionarse profesionalmente.


Con un estilo desenfadado y divertido, nos permite contemplar en primera fila la vida real de los famosos, y también los intríngulis de la producción cinematográfica. Desmitifica no pocos aspectos de Hollywood, entre otros los aires filosóficos que se dan muchos cineastas de renombre.

       El libro es una buena y divertida introducción al mundo del cine.  

martes, 10 de abril de 2018

Converso



Converso. Un conmovedor film de David Arratibel 

                 

He disfrutado de esta magnífica película justo después del último post sobre el misterioso poder de la música, capaz de elevarnos a alturas insospechadas. Este documental, realista, vivaz y sincero, lo corrobora.

 

La música no es la protagonista del film. Pero está ahí. Porque la protagonista es una familia que ama la música, y es capaz de cantar o tocar el órgano como los ángeles, con esos armónicos que nos suben hasta las mismas puertas del cielo, y parecen dejarnos  a merced del Espíritu Santo. 


Los protagonistas son los propios miembros de la familia de David Arratibel. Uno tras otro, en poco tiempo y cada uno por su cuenta, han descubierto la fe y se han convertido. David, agnóstico y perplejo ante el fenómeno, se propone indagar qué ha pasado, en qué consiste esa conversión.

 

Y le sale una película fresca, llena de vida, que iba a ser de conversiones y ahora es sobre todo de conversaciones. Porque los miembros de la familia, por primera vez, hablan de la fe entre ellos. Y se nota que tenían ganas de hacerlo, porque se quieren.

 

Es encantadora la sencillez y vivacidad con que narran su experiencia. La hermana mayor, María, es un prodigio de alegre espontaneidad. Y el cuñado, organista y profesor de música, explica con sencillez y expresividad de artista ese proceso inefable en el que el principal protagonista es Dios, que nos sale al encuentro como quiere y cuando quiere. Y uno no tiene más que aceptarlo. La pena para David es que “al Espíritu Santo no se le puede grabar”.

 

Es una película de conversaciones pendientes, esas que lastimosamente eludimos, a saber por qué, y que lamentaremos no haber tenido cuando ya sea imposible. El fruto es asombroso, porque el rodaje tiene el efecto de una catarsis familiar, de la que mana un bálsamo que fortalece y une más a todos. Gracias a la comunicación, al diálogo, a la conversación libre de prejuicios y amigable. 

  

David Arratibel nos plantea lo absurdo de eludir hablar de religión entre los seres queridos. Aunque se sea agnóstico o ateo. ¿Por qué da cierto sarpullido sacar el tema? ¿Es una invasión de la intimidad?  Pero, ¿cómo no hablar de Dios si resulta que existe? Y si existe, ¿no es una barbaridad no tenerlo en cuenta? Ese modo de preservar la intimidad ¿no será otra forma de caer en la tiranía del silencio sobre Dios, que es silencio sobre lo esencial? ¿Por qué eres tan miserable de no haber querido hablar de esto con tu familia?

 

Muy reveladoras las confidencias de la madre. Describe su equivocado itinerario, tras el Vaticano II: pensó con buena intención, como otros muchos, que para ser “cristiana comprometida” había que afiliarse a algún partido o sindicato, y “agitar”. Y terminó “comprometida”, pero dejó de ser cristiana.

 

Significativas también las presiones que recibió David, desde algunos rincones del mundo del cine, para no hacer la película. “Si la haces, que sirva para ridiculizarlos o meterlos en la cárcel”. “¿Cómo voy a hacerles eso, si son mi familia?”


Hay persecuciones, ha recordado el Papa Francisco: también en forma de “burlas que intentan desfigurar la fe y hacernos pasar por ridículos.”


Gracias a Dios, Arratibel tiene buena pasta y no ha caído en ese juego sucio. Y nos ha dejado una película que es una delicia de veracidad, respeto y buen hacer.

 

 


 



 

 

miércoles, 21 de marzo de 2018

El caso de Cristo




El caso de Cristo: una película hondamente humana


    En 1980  un periodista del Chicago Tribune, Lee Strobel, emprendió  una cruzada personal para intentar demostrar que Jesucristo era una figura mitificada y el cristianismo una impostura.


    Ateo convencido, la religión en general, y el cristianismo en particular, le parecían propios de una etapa del pensamiento humano felizmente superada. Mera superstición. Por eso no pudo comprender que su mujer, Leslie, una persona inteligente a la que amaba y con la que siempre se había entendido a la perfección, un buen día le hablase de Jesús y de su deseo de abrazar la fe cristiana.


    Lee Strobel no estaba dispuesto a permitir que “ese tal Jesús” se interpusiese en su matrimonio. Pensó que alguien había engañado a su mujer, que le estaban robando su corazón. En vano se esforzó Leslie por hacerle entender que su amor, lejos de disminuir, salía reforzado.


    Strobel se propuso demostrar a su mujer la sinrazón del cristianismo. Se dedicó a hacer lo que todo buen periodista: investigar, contrastar fuentes y confrontarlas. ¿Quién era Jesús? ¿Qué podemos saber de Él? ¿Realmente hizo milagros? ¿Qué pruebas tenemos?


    Y sobre todo, ¿qué pruebas hay de que resucitara? ¿Por qué tantos miles de millones de personas lo han creído, entre ellas algunas de las mejores cabezas de la humanidad, hasta el punto de renunciar a la vida antes que a su fe en Jesús?


    Durante meses dedicó buena parte de su tiempo a entrevistarse con los mejores científicos. Historiadores,  arqueólogos, especialistas en Sagrada Escritura y en lenguas orientales, expertos en estilos literarios, juristas. ¿Son creíbles los relatos del Evangelio? ¿Qué datos históricos avalan lo que allí se cuenta?




    Entrevistó a expertos en medicina forense. ¿Realmente murió Jesús? ¿No podría haber sobrevivido al castigo de flagelación y crucifixión, y por tanto ser un mito su resurrección? ¿En qué consistió realmente su Pasión?


    Lo que descubría le iba llenando  de asombro. Datos científicos  daban más y más credibilidad al Evangelio.  Era tal el torrente de evidencias, que llegó a la conclusión de que hacía falta más fe para seguir siendo ateo que para aceptar a Jesús y su doctrina. Saltaron por los aires sus prejuicios.



    Dio el paso definitivo al leer un pasaje del Evangelio de san Juan: “Mas a todos los que le recibieron (…) les dio potestad de llegar a ser hijos de Dios” (Jn 1, 2). Y se dio cuenta de que no se trataba de adherirse a una idea: el cristianismo consiste esencialmente en aceptar y acoger a una Persona.


    Y contra todo pronóstico Lee Strobel se convirtió al cristianismo. Decidió publicar sus investigaciones en un libro que ha arrasado en ventas: “El caso de Cristo. Una investigación exhaustiva”. En ese libro está basada la película, que tiene también el acierto de mostrar una síntesis clara de argumentos y evidencias.








    No nos tiene acostumbrados la industria del cine a películas en las que los protagonistas se plantean la pregunta sobre Dios. Mas bien nos suele mostrar personajes fríos, descreídos, autosuficientes, que viven como si Dios no existiera. Gente intrascendente, en el sentido pleno de la palabra: que vive como si todo se acabara con la muerte.


    Pero la vida real no es así. Dios está presente en la vida de las personas. Podemos actuar como si Dios no existiese, pero sabemos que tarde o temprano nos va a salir al encuentro. Qué pena dejarlo para el final. Y sobre todo, cuánto nos perdemos por el camino.


    Hay conversiones. La gente reza,  habla con Dios.  Le busca, indaga con su inteligencia en tantas huellas que Dios nos ha dejado para que le encontremos, porque la fe es razonable.  El caso real del periodista Lee Strobel nos muestra que una de esas huellas, quizá la más importante, es la del amor. Un cariño humano, imagen del amor divino, bien alejado del estereotipo  histérico o fanático con que Hollywood a veces falsea lo cristiano.



    El caso de Cristo es una película de buena factura, dirigida por Jon Gunn, con actores creíbles, y buen guión de Brian Bird. Pero sobre todo  tiene el valor de que cuenta un hecho real, sucedido a personas reales. No es apologética. Es sencillamente "lo que está pasando".


    Buen trabajo de Dreams Factory al traer a España este tipo de películas  que, en lugar violencia, zafiedad o trepidante nadería, aportan valor al público, haciéndole aflorar los mejores y más humanos sentimientos. 






martes, 18 de febrero de 2014

Caballero sin espada (Mr. Smith goes to Washington)



Caballero sin espada (Mr. Smith goes to Washington

Una gran película de Frank Capra sobre la desigual lucha entre el inocente y la corrupción 



Frank Capra (Sicilia, 1897-California, 1991) logró con esta película, estrenada en 1939, una fantástica parábola sobre la corrupción y la inocencia. El guión, que mereció un Óscar, y la fuerza de los personajes –la encantadora Jean Arthur (Clarissa Saunders) y ese jovencísimo James Stewart (Jefferson Smith) - siguen atrapando al espectador de principio a fin. 


Atrapan incluso al espectador joven, lo que tiene mérito, y desmiente apreciaciones sobre la superficialidad de las nuevas generaciones. Quizá sean superficiales sólo en la  medida en que ni educadores ni profesores les estamos dando elementos sólidos para la formación de sus conciencias, para que aprendan a distinguir el bien del mal. 


Pudimos comprobarlo anoche, cuando nos reunimos un grupo de amigos dispuestos a disfrutar estudiando  el lenguaje cinematográfico de Capra y el trasfondo de su mensaje. Entre los presentes, José Manuel Mora, gran conocedor del director de cine de origen  siciliano, y autor de varios trabajos sobre su visión antropológica del hombre.


James Stewart and Jean Arthur in Mr. Smith Goes to Washington trailer.JPGEl joven, generoso e inocente Smith se ve ascendido a la categoría de senador casi por accidente. De noble corazón, acude a Washington cargado de ideales, de deseos de hacer el bien y trabajar por la justicia. Cree firmemente en los grandes principios que inspiraron a los padres de la Constitución: la verdad, la justicia y la libertad brillarán en una sociedad que llegará a ser, con la ayuda de Dios, la mayor democracia del mundo. Cree en esa democracia, hondamente arraigada en principios cristianos, con la que soñaron  Lincoln, Jefferson y todos los grandes hombres que dieron origen a los Estados Unidos de América.  



Caballero sin espadaPero pronto el idealista Smith (un apellido vulgar para significar uno cualquiera de nosotros)  se encuentra rodeado por  los tentáculos de una insospechada y poderosa red de corrupción, en la que están inmersos sus mentores políticos. Y el joven senador se enfrenta al angustioso dilema que a menudo se cierne sobre las personas justas: someterse al dictado de los poderosos, perdiendo su inocencia; o mantenerse fiel a su honradez, aunque ello suponga afrontar la terrible persecución que los corruptos desencadenarán contra él. 


Smith se mantiene fiel, y además no abandona cobardemente: se enfrenta al mal. Como un Quijote. Como un Caballero sin espada. Los malvados no pueden soportar la resistencia del inocente, y decretan su exterminio público.  Urden mentirosas campañas de desprestigio y calumnia. La corrupción tiene larga mano, y envilece a cuantos ponen precio a su honradez. En sus redes caen políticos, editores, periodistas,… Así ha obrado siempre, desde tiempos antiguos. ¿Quién no recuerda la historia de la casta Susana y los ancianos viles?


La corrupción logra también otra sutil forma de envilecimiento: la resignación cobarde de quienes  piensan que frente al mal  no se puede hacer nada. Cuando ven al inocente perseguido y vilipendiado, temblando bajo el peso de las calumnias, aterrado… hasta  los mejores amigos abandonan al idealista Smith, con un movimiento de cabeza como diciendo: qué loco, a quién se le ocurre llegar a tanto, no se da cuenta de que son poderosos y le van a destrozar… 

Y el rostro del angustiado y desamparado  senador refleja aquella queja angustiada que la Sagrada Escritura refiere a Jesús en su Pasión: “Busqué quien me consolase… y no lo hallé.”


Pero es posible enfrentarse al mal. Esa es la gran lección de esta película. El mal vive del miedo de los hombres a  hacerle frente. Capra nos muestra que para vencer al mal basta estar dispuestos al sacrificio antes que  rendirse a su poder. Y entonces el milagro se obra. David vence a Goliat, incluso sin honda. Capitán sin espada.  


Frank Capra.JPGPorque en la película de Capra se obra un milagro. En la versión que nos ha llegado sólo se intuye. Pero en la versión original, que hubo que acortar por exceso de metraje, hasta el malvado Taylor se arrepiente y se convierte.  



Capra era católico. Reflexionaba sobre las consecuencias de su fe y sobre el mundo que le rodeaba, la patria que le acogió cuando llegó sin nada desde Sicilia. Como tantos americanos sencillos, creía y admiraba los principios cristianos de la Constitución. Hay un goteo continuo a lo largo de la película de frases de la Sagrada Escritura, grabadas con fuerza en la Constitución por los padres de la patria americana.   Eran hombres creyentes, que se sabían parte de una civilización que debía al cristianismo sus valores de igualdad, justicia y fraternidad. 

Y Capra no se resigna a ver atropellados esos principios vitales para la nación. En su película nos ofrece este mensaje profundamente cristiano: no os dejéis vencer por el mal, sino obrad el bien; es posible resistir al mal.

Es más: Capra sabe que sólo en la resistencia frente al mal el hombre se encuentra a sí mismo, y alcanza la  felicidad.  Porque el mal es antinatural: al principio no existía el mal.  El mal entró cuando el hombre dejó de cumplir el bien y dio la espalda a su Creador. Pero por fin un inocente ha resistido.  Y con su sacrificio hasta la extenuación ha cambiado el negro horizonte del mundo. 


El mensaje encierra un claro eco de la figura de Jesucristo, reflejado en  el idealista y valeroso senador Smith. Él no ha temido enfrentarse a las fuerzas trituradoras del mal. Y  en el simpático Presidente del Senado adivinamos una discreta alusión a Dios Padre. Cuando a Smith ya no le quedan fuerzas y está a punto de caer exhausto, el Presidente le dirige una sonrisa complacida, como diciendo “Ánimo, prosigue, conviene que lo hagas; sufres, pero aún te quedan fuerzas.  A todos conviene que te sacrifiques, todavía un poco más, porque tu sacrificio servirá para desenmascarar al mal y librar a todos de su poder. Conviene, puedes…”

 
Capra logra envolver ese profundo mensaje en un derroche de simpatía, buen humor y alegría de vivir, que son, estrechamente unidos al mensaje de fondo, los sentimientos que transmite esta película. Vean esta encantadora escena del senador Smith con su secretaria Clarissa Saunders.





Caballero sin espada brilla como una obra maestra del cine.  Debería  proyectarse con frecuencia en sedes parlamentarias, redacciones de medios, escuelas de periodismo... 

Aquí copio dos significativos minutos de la película.



sábado, 14 de septiembre de 2013

La fuerza pacificadora del perdón


 Cien preguntas sobre Encontrarás Dragones


Antonio Gómez Sáncha






Este libro contiene un sugerente diálogo, en forma de entrevista, entre el director y uno de los productores de la película Encontrarás dragones,  Rolland Joffé y Antonio Gómez Sancha.


Rolland Joffé explica el proceso intelectual  que le llevó a interesarse por el proyecto de dirigir la película, ambientada en el entorno de la guerra civil española y en la que uno de los personajes es un sacerdote santo, Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei.


En sus respuestas Joffé realiza un notable  ejercicio de  reflexión intelectual sobre el pensamiento contemporáneo. Me han parecido luminosas y expresivas sus ideas  acerca de muchas cuestiones: el odio y el perdón, la violencia y  el amor, la religión y  la cultura, el pecado y la acción de Dios en la historia a través de las almas santas


¿Se puede santificar lo ordinario cuando estás acorralado por el odio?

Joffé ha situado a Josemaría Escrivá en la guerra. ¿Por qué? El fundador del Opus Dei –“el santo de lo ordinario”, le llamó Juan Pablo II-  predicó que hay que saber encontrar a Dios en la vida corriente. Eso es bonito en un contexto de paz, pero en un contexto bélico, acorralado por el odio y la persecución ¿en qué consiste? Quiso saber cómo santificó las terribles circunstancias de la guerra fraticida quien predicó la hermosura de la vida corriente. Y le sorprendió lo que encontró.




Cuando la vida se nos complica, hay que escoger entre dos actitudes. Una es  dejarse arrastrar por las pasiones (los dragones, esos demonios interiores de la ira, el odio, el rencor y la venganza que todos llevamos dentro). La segunda actitud es luchar por dominar esas pasiones. Es la actitud que escogen los santos. 

Tanto Rolland Joffé como Gómez Sancha sorprenden al lector, desde perspectivas diferentes, con la profundidad de su percepción del cristianismo: “El protagonista de la película no es Manolo, ni Oriol,… es Jesucristo, porque versa sobre el sufrimiento y el pecado. Y en el sufrimiento encontramos siempre a Jesucristo.”


El amor está trufado de sufrimiento


Hay una íntima conexión entre amor y sufrimiento. “El amor está trufado de sufrimiento porque en gran medida encuentra su expresión en él. Amarás a los que sufren” significa que entre esos dos términos existe una conexión profunda que debe ser comprendida. De otro modo la vida se vuelve insoportable. Sin el vínculo que proporciona el amor nos rompemos. Por eso Manolo se queda aislado, roto, sin capacidad de reacción.”


La vida es religión


¿Pasará de moda la religión, como auguran algunos? Imposible.  La religión es la respuesta a preguntas que el hombre no puede dejar de hacerse. ¿Por qué tengo que morir? ¿Por qué el amor no consigue que todo sea perfecto? ¿Qué es el odio?  

Nadie puede evitar esas preguntas, y la religión es precisamente la encarnación de esas preguntas en cada persona. Con las respuestas,  más o menos acertadas, cada persona y la sociedad  en su conjunto construyen su cultura.  En el fondo, la vida  es religión.


Incluso la decisión de no querer hacerse esas preguntas genera una oscura forma de religiosidad, basada en la creencia de que es mejor no inquietarse con preguntas incómodas. Y el ateo construye su propia religión en torno a unas respuestas nada científicas y muy poco humanas.


Existimos por amor


¿Por qué existe algo en lugar de nada? Esa es la gran pregunta. Y si la respuesta fuese “por amor”, entonces vivir y dar a otros la vida es un maravilloso regalo, y no un intermedio entre dos nadas.

**

Surgen también a lo largo de la entrevista muchas anécdotas acerca del rodaje: el ánimo de los actores ante determinadas escenas inesperadas, cómo superaron dificultades técnicas insalvables... Experiencias sencillas y prácticas, como la importancia de que productor y director congenien. “Si la relación es buena, se dedicará más tiempo a ser creativos que a preocuparse por las minucias de cada día.” A la vista del libro, y de la película, hubo buena sintonía entre ambos. 

Aquí la opinión de Marta Manzi, de la Oficina de Información del Opus Dei en Roma, acerca de la película. Y aquí las diferencias entre la ficción de la película y la realidad de la vida de san Josemaría. 

El libro es muy interesante para un público amplio, y  también para cineastas y amantes del séptimo arte. 



domingo, 7 de abril de 2013

Las nieves del Kilimanjaro o la importancia de dar de lo propio



Dar de lo propio


    Conmovedora película del director francés Robert Guédiquian , estrenada en 2011. Lejos de ser triste, como me la habían presentado, me ha parecido una película tierna y realista, con unos diálogos sencillos que hacen pensar y afrontan muy bien  el duro problema del paro y la angustia en  que  sumerge a muchos.  Especialmente a quienes no disponen de una red familiar amplia, estable y generosa en que apoyarse.  


    Que los protagonistas hayan trabajado como sindicalistas buena parte de su vida da más realismo a la situación. No son discursos más o menos demagógicos de izquierda o derecha lo que hace falta. Una sociedad que no sabe resolver que millones de sus miembros estén sin trabajo es una sociedad enferma, mal estructurada, que requiere medidas urgentes de reorganización. 

    Me ha parecido significativo y muy acertado el modo de afrontar la situación de abandono en que quedan los pequeños hermanos del autor del delito, cuando va a la cárcel.  Compadecidos, los mismos que han sido víctimas hacen suyo el problema y lo resuelven. Está muy bien planteado el problema de conciencia que la situación plantea. 

    No caen en la visión estatalista,  muy difundida en Europa, que acaba siendo una excusa para que muchos  se inhiban ante  problemas cercanos. Pienso que a algo de eso apunta Guédiquian. Se tiende a la fácil excusa de que los problemas los debe resolver el Estado, “que para eso está”. Es  la coartada perfecta del individualismo egoísta y cerrado a los demás. Y es el camino hacia el totalitarismo, propio de regímenes en que los ciudadanos se inhiben.


    Una sociedad funciona cuando sus ciudadanos se implican, y dan de los suyo: su dinero, su tiempo, su apoyo, su comprensión… He releído estos días, en una carta del prelado del Opus Dei,  un texto de san Josemaría en esa línea: Los bienes de la tierra, repartidos entre unos pocos; los bienes de la cultura, encerrados en cenáculos. Y, fuera, hambre de pan y de sabiduría, vidas humanas que son santas, porque vienen de Dios, tratadas como simples cosas, como números de una estadística. 

Comprendo y comparto esa impaciencia, que me impulsa a mirar a Cristo, que continúa invitándonos a que pongamos en práctica ese mandamiento nuevo del amor.

Todas las situaciones por las que atraviesa nuestra vida nos traen un mensaje divino, nos piden una respuesta de amor, de entrega a los demás


    

viernes, 5 de abril de 2013

El festín de Babette






Me ha encantado descubrir que una de las películas preferidas del papa Francisco es El festín de Babette (Gabriel Axel, 1987, Óscar a la mejor película extranjera).  Coincidimos, también en esto.  Una película maravillosa sobre cómo una sociedad de ambiente gélido e individualista, donde  cada cual va a lo suyo y mira con desconfianza a los demás, puede ser transformada por una sola persona con capacidad de querer.


El festín de Babette es una  bella metáfora  de la fraternidad que debería reinar en la convivencia  social. Una metáfora en la que las diversas  sensibilidades pueden percibir diversos estratos de significado, cada vez más profundos.


El festín de Babette es, en el plano más superficial, un homenaje  al sentido social y humano que se esconde detrás de algo en apariencia tan material como la gastronomía, el noble oficio de cocinar.  Porque comer no es una mera necesidad biológica, propia de animales. El hombre es animal pero es también espiritual, y su dimensión espiritual es capaz de transformar la comida en un arte con el que agasajar a los demás, en una manifestación de cariño y afecto. Babette, en su festín, muestra cómo el trabajo abnegado en la cocina  es capaz de encender  y unir corazones antes gélidos y distantes. "Yo podía hacerles felices cuando daba lo mejor de mí misma". 



En un segundo plano más profundo, la película es también un bello canto a la generosidad, a la capacidad humana de dar sin esperar nada a cambio. En toda familia que funciona hay al menos uno o una que viven con ese espíritu generoso y desinteresado. Como explica magistralmente Higinio Marín en este artículo , es esa generosidad la que impulsa a decir a Babette a quienes les parecían una exageración su entrega: "Dejadme que lo haga tan bien como soy capaz"


En un tercer plano la película muestra, a mi juicio,  el contraste entre el calor de la fe católica de Babette, que afirma que el mundo es bueno porque ha salido de las manos de Dios, y  esa fría desviación del cristianismo que es el calvinismo puritano, dominante en el pueblo danés al que ha llegado la  cocinera  francesa Babette. La fe católica aporta alegría y ganas de vivir, nada que ver con la negación y amargura del puritanismo. Una alegría que se manifiesta desbordante cuando Babette prepara su magnífico festín, sin reparar en sacrificios ni gastos, dándolo todo. 


Y en ese festín se intuye el  cuarto plano, el más profundo: una gran  metáfora de la Eucaristía, el verdadero Festín, el Gran Derroche de generosidad que nos transforma y hermana.  La Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia y de cada católico. Es la Mesa que nos hermana, el hogar familiar en torno al que todos y  cada uno encuentran calor y se sienten queridos. En la Eucaristía, ese gran festín en que la comida es el mismo Jesucristo, que se entrega en un exceso de generosidad, surge y crece la concordia y el hermanamiento entre los hombres. Ese es, quizá, el significado más hondo que ha querido expresar Gabriel Axel


El cardenal Bergoglio, cuando  Sergio Rubin y Francesca Ambroguetti le preguntan si la Iglesia no insiste demasiado en el dolor como camino de acercamiento a Dios, y poco en la alegría de la resurrección, contesta lo siguiente:


“Es cierto que en algún momento se exageró la cuestión del sufrimiento. Me viene a la mente una de mis películas predilectas, La fiesta de Babette, donde se ve un caso típico de exageración de los límites prohibitivos. Sus protagonistas son personas que viven un exagerado calvinismo puritano, a tal punto que la redención de Cristo se vive como una negación de las cosas de este mundo. Cuando llega la frescura de la libertad, del derroche en una cena, todos terminan transformados. En verdad, esa comunidad no sabía lo que era la felicidad. Vivía aplastada por el dolor. Estaba adherida a lo pálido de la vida. Le tenía miedo al amor.” (El Jesuita. Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio. Ed Vergara).


      Sobre la Eucaristía, me ha parecido también muy sugerente esta explicación de Rainiero Cantalamesa. Y esta de san Josemaría . Ver también: Amabilidad, esencia de la cultura


sábado, 25 de agosto de 2012

Maktub, una película sorprendentemente buena






    Paco Arango ha logrado con Maktub (Está escrito) una película genial y divertida, en la que a pesar de tratar con realismo y acierto temas tan profundos como la vida misma, no paras de reir de principio a fin. 

    Queda patente que la familia lo es todo, y que hacemos el tonto cuando nos dejamos llevar por la intolerancia y la falta de comprensión ante los defectos de los seres queridos.

    Que la vida, incluso en los momentos más difíciles, puede y debe encararse con sentido del humor.

    Y que pensar en los demás en lugar de en uno mismo es lo que más facilita la alegría. Incluso cuando uno sabe que está a punto de pasar al otro lado, para iniciar la vida definitiva (que esa sí será 100% divertida y genial).

    "Esa luz que nos guía cuando buscamos la salida..."