Mostrando entradas con la etiqueta feminismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta feminismo. Mostrar todas las entradas

viernes, 2 de septiembre de 2022

Liderazgo femenino

    Una luminosa entrevista de la Agencia portuguesa Ecclesia a Isabel Sánchez, Secretaria de la Asesoría Central del Opus Dei. Su misión es ayudar al prelado en el gobierno de la prelatura, que se ejerce colegialmente con la colaboración de hombres y mujeres a la par. 

    Interesantes sus palabras sobre la necesidad social de redescubrir el valor de cada persona, y de orientar la vida y el trabajo a cuidar de los demás, comenzando por la propia familia: es el núcleo del mensaje cristiano, y una necesidad urgente para nuestro mundo.

    Sobre el liderazgo femenino, afirma que la mujer no necesita aplastar al varón para ejercer su liderazgo. Cada hombre y cada mujer tienen unas cualidades propias, y todas son necesarias. "No hay otra forma de construir un mundo mejor que contar con todos." 

    Vale la pena escucharla: transmite sentido común, claridad y paz en un ambiente en que con frecuencia impera la confrontación.

   Isabel Sánchez publicó recientemente en la editorial Planeta Mujeres brújula en un bosque de retos


lunes, 5 de abril de 2021

Mujeres brújula

 



Mujeres brújula en un bosque de retos. Isabel Sánchez. Ed Espasa

 

La editorial Planeta descubrió a Isabel Sánchez (Murcia, 1969), abogada y Secretaria Central del Opus Dei, a raíz de una entrevista en El Mundo con motivo de la beatificación de la química Guadalupe Ortiz, primera mujer del Opus Dei en llegar a los altares. Su lenguaje amable y desinhibido, alejado de estereotipos, resultaba atractivo, y sugería un caudal de experiencia que valdría la pena explorar. Además, el hecho de estar al frente del gobierno de las mujeres del Opus Dei, junto al prelado, podría atraer la curiosidad intelectual de los lectores.

 

Así surgió este libro: un encargo de la editorial, abierto a la libertad temática que prefiriese su autora, en el que Isabel Sánchez ha querido plasmar parte de su amplia experiencia humana durante más de 20 años de trabajo en la Asesoría Central del Opus Dei en Roma.

 

Su tarea de diseñar nuevos proyectos educativos, asistenciales o de liderazgo en países de todo el mundo, ha llevado a Isabel Sánchez a relacionarse con mujeres de más de cien nacionalidades y de culturas multiformes. Ha visto en muchas de ellas una inspiradora capacidad de liderar cambios sociales, y dedica su libro a sondear en sus historias y sus motivaciones.

 

Descubre que esas mujeres líderes, de profesiones y situaciones sociales muy diferentes, humildes o encumbradas, tienen algo en común: no se resignan ante las carencias humanas de su entorno. Trabajan firmemente para resolverlas, y ponen en el centro de su interés no a una masa anónima, sino a la persona, cada persona singular.

 

Esas mujeres brújula, que con su ejemplo bien podrían orientar nuestra actuación, afrontan los desafíos con sentido constructivo. Ante retos laborales o educativos, de cuidado de los débiles y ancianos, de sostenibilidad o de pacificación de la convivencia… se convierten en verdaderos agentes humanizadores de la vida.

 

El libro no habla sólo del Opus Dei, ni sólo de mujeres que se mueven en el entorno de las actividades formativas del Opus Dei. Su visión es amplia y abierta, le sirven todas las experiencias positivas que ha conocido.

 

Tampoco es un libro de religión, ni una colección de piadosas recomendaciones. Es más bien “una secuencia de escenas humanas y humanizantes”, que muestran a mujeres de los cinco continentes afrontando los retos del momento actual, cuya conducta nos puede dar pistas sobre nuestro propio actuar.

 

Es la suya una visión personalísima, abierta a otras visiones complementarias. Una visión que, al acercarnos a experiencias vitales muy diversas, abre la mente del lector para que se plantee interrogantes y trate de darles respuestas en su propia existencia. 

 

Con un lenguaje amable y fluído, no exento de poesía, describe experiencias en ocasiones duras y dolorosas, pero en las que se manifiesta una decidida apertura a la esperanza y al optimismo.

 

Dos palabras surgen con más frecuencia en el relato: persona y cuidar. Nadie es sólo un número, cada persona tiene un rostro y un corazón, y merece ser cuidado con cariño y respeto a su dignidad. Cuando eso lo tenemos claro, se resuelven muchos problemas sociales.

 

Cada individuo supera a la especie, porque cada individuo es capaz de libertad y de amor. Y hay dos modos de ser persona igualmente dignos: como hombre y como mujer.” Lejos de ideologías que emplean un discurso de antagonismo y confrontación, la autora ve en estas mujeres brújula un enriquecedor modo de entender la natural colaboración de esas dos formas de ser persona, que poseen unas cualidades complementarias.


Isabel Sánchez (foto Paola Gutiérrez)

 

Que todos se sientan tratados como personas

 

Nada abre más la puerta a la esperanza que sentirse tratado como persona. Resulta conmovedor el relato de la directora de una residencia de universitarias, promovida por el Opus Dei en Suecia. Sale con frecuencia de madrugada con unas amigas a las congeladas calles de Estocolmo a repartir bocadillos y café a personas sin techo. Pasa un tiempo, y en la residencia han de hacer un traslado de muebles. Contratan a una empresa de transportes. Uno de los operarios se acerca a la joven directora: “¿No me recuerda? Yo era un sin techo en la calle y usted vino a ofrecerme café. Me miró a los ojos y me preguntó mi nombre. Por primera vez, me sentí tratado como persona, y eso me cambió la vida. Sentí de pronto que era alguien, que podía proponerme mejorar. Empecé a buscar trabajo y ahora soy transportista”.

 

Historias similares abundan en el libro. Pueden parecer pequeñas, pero el mundo sería distinto sin ellas. Algún día conoceremos las oleadas de bien que han levantado en el mundo, generación tras generación,  nuestros pequeños gestos en favor de los demás.

 

No sabemos qué historia hay detrás de cada persona que se cruza en nuestro camino, ni podremos solucionar todos sus problemas. Pero sí podemos lograr en unos minutos de trato que sientan que valen, que son importantes para alguien. Tenemos que mirar a los ojos y hacer sentir que son una persona.

 

El sentido del trabajo, caudal de humanización


Estas mujeres luchadoras, asegura Sánchez, manejan con soltura los términos trabajar y cuidar, dos palabras que unidas adquieren sentido, y encierran un inmenso caudal de humanización y progreso. Cuidar requiere corazón, pero también inteligencia emocional, capacidad previsora y organizativa, conocimientos de psicología, medicina natural, alimentación saludable… "Son cosas que antes se aprendían por tradición. Requiere ternura, que no es virtud de débiles sino de fuertes: compromiso con la vida, con lo humano, estabilidad en el querer. Hace falta fortaleza para ser capaces de sentimientos humanos, como la misericordia y la compasión."

 

El trabajo ocupa un lugar central en su relato. “Nuestro mensaje (el del Opus Dei) se centra en amar al mundo apasionadamente, y enseñar a convertir el trabajo no en un ídolo, sino en un aliado de Dios; no en una carga, sino en un camino de realización personal, de ayuda a los demás, de cuidado del planeta, de ofrecimiento a Dios.”

 

Necesitamos ampliar nuestra perspectiva sobre el trabajo. El trabajo ya no puede tener como único fin el producir para el consumo, sino enriquecernos como personas, aportar talento, construir un entorno sostenible. Y eso requiere creatividad, para dar primacía a la persona, fomentar la corresponsabilidad, aniquilar la corrupción, favorecer la inclusión. Nadie puede sentirse eximido de trabajar en esa dirección, si desea mejorar el mundo. El papa Francisco ha insistido justo en esa línea, especialmente en su encíclica Luadato Sí, sobre el cuidado de la casa común que es el mundo. En uno de los capítulos del libro, la autora se hace eco de algunos de los consejos del Papa sobre la pobreza y la sobriedad, sobre el cuidado de las cosas y del entorno.

 

Isabel Sánchez, que desde niña creció en una familia en que las mujeres tenían y desarrollaban altas aspiraciones profesionales y familiares, y ella misma las ha desarrollado sin cortapisas, ha visto reforzadas esas aspiraciones por las enseñanzas de san Josemaría sobre el trabajo, “un valor humano que dignifica a la persona.”

 

En esas enseñanzas, que ha conocido hechas vida en miles de mujeres y de hombres, destaca la convicción de que tanto hombres como mujeres pueden desempeñar todo tipo de profesiones y tareas; que el proyecto familiar debe enmarcar y preceder en la jerarquía de valores al proyecto profesional de cualquier hombre y mujer; que “el cuidado del hábitat familiar comporta tareas que han de ser asumidas con orgullo y responsabilidad, del mismo modo que el hábitat planetario.”

 

Se trata de ayudar a descubrir el sentido de nuestras vidas. Con sentido todo adquiere relieve y significado. Sólo con sentido es posible tener seguridad y confianza. Si no sabemos para qué estamos, todo es inseguridad y miedo. Hay una gran necesidad de formación, de incentivar a hacer el bien, “con el convencimiento de que más Dios no equivale a menos yo, sino al revés: cuanto más nos rozamos con lo divino, más se desarrolla nuestra humanidad.”

 

La vida es tiempo de encuentro: somos hermanos

 

Esas mujeres en las que Sánchez pone la mirada no se aislan, descubren a los demás como don y tarea: "me completan y me ayudan. Me dan un nombre: sin los demás no tendríamos identidad. Yo puedo hacer crecer a los demás porque de algún modo forman parte de mi existencia, son parte de mí."

 

Reconocer esa solidaridad innata es construir la vida sobre la confianza y el respeto, que aseguran la paz y la armonía. Como ha señalado el papa Franciscola vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro. A nuestro alrededor orbitan planetas que piden que estemos atentos a sus necesidades.

 

Al hilo de las diversas historias la autora reflexiona sobre los valores que expresan, y las pone en relación con sucesos de nuestro tiempo y el pensamiento de grandes autores contemporáneos: hay historias de perdón, de libertad empleada para el bien, de emprendimiento tenaz para levantar socialmente a los que no tienen nada, de presencia del sello de Dios en los ámbitos culturales, de humanización de la vida política y empresarial, de estructuras laborales injustas que lucha por mejorar… Resultan muy sugerentes sus valoraciones acerca de la complementariedad del hombre y la mujer.

 

La familia, laboratorio de humanización

 

Muchas de las historias están relacionadas con la familia, verdadero “laboratorio de humanización” cuando en el núcleo familiar se cultiva el diálogo, se viven experiencias juntos, y todos saben acogerse y perdonarse. “Tendemos a pensar que los macroproblemas sociales (educación, asistencia…) sólo competen a los gobiernos. Pero es asombroso lo que personas singulares pueden hacer cuando se sienten comprometidas por mejorar su entorno.

 

Muy interesante también sus referencias al impacto de las enseñanzas de san Josemaría sobre el gobierno y el cuidado de las personas, sobre el liderazgo femenino y el protagonismo de la mujer en la misión evangelizadora de la Iglesia.

 

Isabel Sánchez, que comenzó a desarrollar su trabajo en Roma junto a algunas de las primeras mujeres que trabajaron con el fundador en el gobierno de la prelatura, aprendió de ellas a poner a las personas, a cada persona, en el centro de su trabajo.  Sus lecciones más amargas, anota, son las que ha aprendido tras no acertar en el cuidado delicadísimo con las personas. Cuando se ha dado cuenta (de no haber advertido el cansancio de alguien, de no haber infundido confianza…) ha pedido perdón de corazón, porque es lo que ha visto hacer a los tres prelados del Opus Dei con los que ha trabajado, y a las directoras con las que se formó.


Isabel Sánchez (foto Paola Gutiérrez)
 

El corazón rebosa amor a los demás cuando se entrega a Dios

 

Un modo de dar y recibir amor es la llamada a ser y vivir para Dios con amor exclusivo. "Dios te conquista fascinándote con su amor fiel e inmutable, y con la sombra de bien que quiere hacer a través de ti. Y nos promete mantener el corazón rebosante para que podamos vivir con Él y para Él, y para encender ese amor en muchos más."

 

      El amor que ofrece es inmediato y toca directamente al corazón. Abarca toda la persona. Precede a todo lo mío. No se puede amar igual a otro ser humano. Es fecundo, porque está llamando a que abras al amor a muchos más. Es real, tiene todos los ingredientes del amor humano: éxtasis (salir hacia la persona que se ama), coaceptación y complacencia; intencionalidad: deseo de vivir para el otro, no solo con el otro. El amor te hace vulnerable (como a Jesús): cuanto más quieres, más gozarás y más sufrirás. Si Dios te pide un corazón grande donde quepan todos, los dolores están asegurados, y las alegrías también.

 

Muy sugerentes también sus consideraciones acerca de la necesidad de redescubrir el valor de la conversación y de la lectura. Leer, mucho y bueno, para ser personas de criterio y cultura que dejen huella en el mundo también con su inteligencia. Como decía el profesor Alejandro Llano: “Regenerarán la universidad (y lo podemos aplicar al mundo) unos pocos alumnos y profesores capaces de leer, reunirse y hablar entre sí. La salvación intelectual está en los libros. Es preciso leer mucho y bueno.” 


Isabel Sánchez tiene una inspiradora cuenta en Instagram (@isanchez_roma) que sigue los pasos de este sugerente libro: un valioso manantial de ideas para levantar el ánimo y "superar la adversidad." 

martes, 26 de enero de 2021

La mujer nueva




La mujer nueva. Carmen Laforet. Ed Destino libro, 1955.

 

Menos conocido que Nada, con el que ganó el premio Nadal en 1944, La mujer nueva es un libro precioso, en cierto modo autobiográfico, en el que se narra la vida de una joven mujer en los años de la postguerra civil española.

 

Paulina, en plena guerra civil, se casa con Eulogio, joven soldado republicano, en un matrimonio sin valor religioso ni siquiera civil. Terminada la guerra Eulogio se ve obligado a huir a México. Paulina es encarcelada, y da a luz en la cárcel a su hijo Miguel.

 

Cuando al cabo de los años regresa Eulogio, Paulina es una mujer sufrida y con muchas dudas y preguntas sobre el sentido de la vida, sobre la religión –cuyo inusitado auge contempla con recelo-, sobre el verdadero sentido de su unión con Eulogio.

 

Un pariente de Eulogio, Antonio, más joven que ella y que vive en el mismo pueblo, ha entrado en su vida sentimental, recordándole afectos que creía superados o desaparecidos, muy distintos o nunca hallados en Eulogio. Pero Antonio está casado con Rita, joven mujer enferma. Y Paulina decide escapar a Madrid.


La madre de Rita, Clara, ferviente católica, es la única que percibe el hondo sufrimiento de Paulina y su crisis existencial. La noche que Paulina hace el viaje en tren a Madrid, Clara la pasa en la iglesia, rezando de rodillas ante el Sagrario, pidiendo a Dios la conversión de Paulina y una luz que ilumine su vida.

 

Paulina despierta en un bello amanecer castellano.  Raptada por la contemplación de la belleza del campo y de sus casas, siente la presencia inefable de Dios que entra en su vida y la ilumina. A partir de ese momento Paulina cambia, aunque aún deberá pasar por muchas crisis y dudas hasta resolver su futuro.

 

El libro está bien trazado, denota un hondo conocimiento de la fe católica, y quizá haya sido relegado precisamente por su inspiración cristiana. Algunos han hablado de él como un libro feminista, que tuvo que esconder su contenido -avanzado para la época- en un barniz católico que buscaría captar la benevolencia de la censura.

 

Pero Carmen Laforet escribió siempre en clave autobiográfica, y sus libros reflejan sus propias inquietudes interiores. Leyó a Edith Stein y otros conversos, y tenía preferencia por los libros de  Santa Teresa de Jesús, especialmente Las Moradas. Fue amiga de escritoras como Elena Fortún, y con ella mantuvo una rica correspondencia que evidencia sus crisis interiores y su profundo anhelo de Dios. 


Laforet dedica el libro a la famosa tenista y escritora Lilí Alvarez, "mi madrina de confirmación", que también influyó mucho en su itinerario espiritual, provocando un proceso similar al de Paulina. Lilí llevó a Carmen Laforet a hacer ejercicios espirituales, como la protagonista de la novela. 


Hay pues algo más que un barniz religioso en este libro. Más bien refleja, en mi opinión, la alegría de una profunda experiencia espiritual, que le llevó al encuentro con Dios, y su deseo de contarla. Esa vivencia extraordinaria fue para Carmen Laforet una luz de esperanza en la noche oscura de su vida. 


Está bien tratado el ambiente y la mentalidad de la postguerra en España. Con esta obra Laforet obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1955.



 


martes, 20 de octubre de 2020

Feminismo de equidad

Una de las mejores explicaciones que he escuchado sobre el feminismo y la historia de su evolución. 

María Calvo es doctora en Derecho y Profesora Titular de Derecho Administrativo en la Univesidad Carlos III de Madrid. 

No es frecuente escuchar en el discurso público relatos argumentados y racionales sobre estas cuestiones. 


viernes, 25 de enero de 2013

Historia de la ideas contemporáneas (y II)


 Historia de las ideas contemporáneas. Una lectura del proceso de secularización. Mariano Fazio. Ed. Rialp (y II)







Como anunciaba en la primera parte de esta reseña, anoto algunas de las muchas ideas que invitan a la reflexión en este libro.


Alexis de Tocqueville (1805-1859), gran defensor de la individualidad, critica sin embargo el individualismo. Alertó de uno de los riesgos del sistema democrático: la actitud de los hombres que se retiran del ámbito público para encerrarse en el pequeño mundo de su propia casa y círculo de amistades, con el pobre ideal de pasar la vida cómodamente. 


Una de las consecuencias perversas de la mentalidad materialista y hedonista es la pérdida de  virtudes cívicas, visible en la irresponsabilidad de quienes esperan que unos pocos, en cuyas manos se abandonan, se lo den todo hecho.


Tocqueville afirma que la salud de una democracia se demuestra en la medida en que la mayoría no se transforme en despotismo hacia la minoría. Por eso la democracia requiere de las virtudes morales y de la libertad de prensa (“instrumento democrático por excelencia de la libertad”); y sobre todo requiere de la religión.






Tocqueville se sorprendió al comprobar la enorme importancia que tenía la religión en la sociedad americana, y la consideraba la salvaguarda más importante de la libertad. En la religión cristiana, decía, están unidas fontalmente la libertad política y la capacidad innovadora del individuo. Sin visión trascendente no se puede sanar la tendencia de los hombres a una vida cómoda. De la religión brota la energía innovadora y la conciencia de la propia dignidad y libertad.


**


El  nacionalismo es una ideología política, con diversas variantes,  que ha protagonizado gran parte de los hechos más relevantes en los dos últimos siglos. Contiene una parte de verdad: el amor a la propia tierra y al ámbito que nos rodea, que nos da sentido y comprensión.  

Pero cuando convierte esta verdad en ideal Absoluto, transforma la nación en un fin en sí mismo, desprecia a otras naciones y culturas,  y acaba convirtiéndose en una especie de religión sustitutiva (cfr. discurso de Juan Pablo II en la sede de Naciones Unidas, en 1995).


Uno de los elementos constitutivos del nacionalismo es la visión reduccionista de la naturaleza humana. Identificar al hombre con su pertenencia a una nación, cultura o raza, priva a la persona de algo esencial: la apertura interpersonal, el respeto a la diversidad, la promoción del diálogo, la conciencia de la radical unidad del género humano.


El nacionalismo es diferente del buen patriotismo, una virtud humana que consiste en el  justo amor por el propio país, que no impide el amor proporcionado a los demás.



La homogeneización lingüistica, en la que los dialectos son sustituidos por la lengua nacional, es otro efecto del nacionalismo. El nacionalismo revolucionario se asienta en dos pilares: educación nacional y ejército nacional,  y hace suya la vieja y falsa idea de Rouseau de que sólo el Estado puede crear buenos ciudadanos.



El concepto de guerra moderna surgió con la Revolución francesa y su antropología ilustrada: toda la nación se ve involucrada en la guerra y el servicio militar pasa a ser obligatorio. Los efectos del nacionalismo, que convierte a la Nación en madre por la que todos sus hijos deben sacrificarse, han sido devastadores.



El falso mito del progreso: la razón ilustrada termina en los lagers nazis y en la bomba atómica americana. Auschwitz e Hiroshima destruyen el mito del progreso natural, necesario e irreversible de la humanidad.







El impulso colonizador de las grandes potencias (Gran Bretaña, Francia, Alemania, USA, Rusia e Italia) tiene su origen remoto en el universalismo cristiano: la conciencia intuitiva de que lo logrado por Europa a lo largo de su existencia era patrimonio de todos, y debía ponerse a disposición de todos. Pero era un impulso ya secularizado, porque tuvo lugar a partir de 1870, cuando la ideología liberal progresista dominaba en los gobernantes de Europa. 


El credo que realmente se extendió (junto a las tecnologías y las ideas sociales) fue el liberalismo, credo del progreso y del enciclopedismo. La expansión del cristianismo fue mucho menor. Se universalizó la cultura occidental, de origen cristiano pero ya secularizada.



Liberalismo y marxismo comparten más de lo que parece: la visión inmanentista y el reduccionismo economicista: ambas ideologías son materialistas.


La propaganda soviética logró que se identificara la denominación “fascista” con “anticomunista”. Cualquier intento de crítica del comunismo era inmediatamente etiquetado de fascista. Es interesante en este sentido lo que aportan obras como El montaje, de Vladimir Volkof.


Nacionalismo y marxismo comparten la absolutización de lo relativo: la pertenencia a una nación o a una clase social. Pero esos  factores, presentes en la vida de los hombres, no lo explican todo.


El régimen soviético era un capitalismo de Estado. Se demostró que lo que oprimía al hombre no era la propiedad privada, sino algo más profundo.


**


Fazio presta atención también al islam y su extensión en los países democráticos de occidente. La fe musulmana, llevada a sus últimas consecuencias, implica unión entre poder político y poder religioso, ya que para el islam la organización jurídica proviene de la revelación. 


Este hecho implica graves consecuencias para el orden internacional y para la salvaguarda de los derechos de la persona. Se puede decir que sólo un mal musulmán –que no lleva al límite su fe- no es peligroso. 


Coincide en esto con Martin Ronheimer, quien señala que el auténtico enemigo del Estado laico no es el cristianismo, sino una cultura como la islámica que se conciba a sí misma como un proyecto unitario político-religioso.







**


Interesante la figura de Jacques Maritain, (1882-1973), con un itinerario intelectual que comienza en el cientifismo y el socialismo. Gracias al influjo de Bergson se libera del positivismo. En 1906,  la amistad con el poeta Léon Bloy y la lectura de sus obras, le acerca al cristianismo y se convierte a la fe católica, junto a su mujer Raïsa, rusa hebrea.  

Maritain convirtió su casa en las afueras de  Paris en un lugar de encuentro con amigos intelectuales. Allí organizaba charlas para estudiar la doctrina católica, y  retiros de contenido espiritual, predicados en ocasiones por el conocido sacerdote Garrigou Lagrange. Asisten  personajes de la talla intelectual de Cocteau o Julien Green,  y llegaron a lanzar una colección editorial. 

Maritain es uno de los impulsores del neotomismo, y tuvo un papel muy importante en la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.



**



Respecto del feminismo, Fazio analiza sus orígenes diversos: la Ilustración y su visión igualitaria, el socialismo utópico, el liberalismo,… sin olvidar el influjo de la antropología cristiana, que subraya la común dignidad de hombres y mujeres en cuanto imagen de Dios.


Entre las diversas corrientes feministas, el feminismo radical se presenta como una ideología revolucionaria, basada en buena parte en la sicología de Freud e inspirada en la escritora Simone de Beauvoir

Este feminismo afirma que la verdadera liberación de la mujer consiste en  la liberación de la heterosexualidad, porque “el matrimonio es fuente de opresión”. Pretende  transformar el espacio privado, la intimidad del hogar  y la familia, en espacio público - “lo personal es político”, afirma- lo que convierte esa ideología  en un peligroso movimiento totalitario. Al considerar el dominio sexual como fuente de poder,  reivindican el lesbianismo y el placer sexual de la mujer como medio de liberación.


Sulamith Firestone, una de las principales promotoras del feminismo radical,  afirma que la causa de la opresión de la mujer es la fertilidad. Su liberación, por tanto, exigiría destruir la estructura de poder que la mantiene oprimida: si los obreros se liberan apropiándose de los medios de producción, la mujer se liberará controlando los medios de reproducción mediante la tecnología genética (Dialéctica del sexo, 1972).

En contraste, el feminismo cristiano ha continuado su lucha en favor de la dignidad de la mujer, siguiendo la tradición de una religión que ha difundido la igual dignidad del hombre y la mujer como hijos de Dios. Esta concepción revolucionó las categorías culturales machistas de la Antigüedad, como aún hoy podemos comprobar cuando comparamos la situación de la mujer en países de tradición cristiana con otros de influencia musulmana.


**



Democracia no es agnosticismo moral: pertenece a la esencia del régimen democrático la persuasión de que hay cosas que no se pueden hacer nunca.


La libertad tiene una dimensión relacional esencial, no es un valor absoluto en sí mismo, pues con ese modo individualista de concebirla se convertiría en libertad de los más fuertes contra los más débiles. 

La libertad no puede renegar de su relación con los demás y con la verdad. La  libertad es auténtica cuando dispone a acoger y servir a los demás, y a distinguir entre el bien y el mal, y no los deja a su capricho.


Sentirse obligado significa que se es libre. Todo deber implica libertad. Obligación no equivale a ausencia de libertad, sino una presión ejercida por la fuente de esa obligación (Henri Bergson).


La antropología cristiana no es ni pesimista ni optimista, es realismo sobrenatural: el mal alberga en el corazón del hombre, no basta con combatir las estructuras sociales para erradicar el mal: es preciso comenzar por la conversión personal.


El amor es una prueba de la inmortalidad del alma. “Amar a un ser es decirle: tú no morirás” (Gabriel Marcel).



El camino que lleva a la fe cristiana es obrar según la verdad revelada. Compórtate como un cristiano y te darás cuenta de su verdad: fac et videbis (Pascal).

**

Mariano Fazio no se limita a analizar las ideas. Además ofrece certeros razonamientos que ayudan a entender hasta qué punto son acordes con el bien del hombre, o si por el contrario son ideas nocivas para el hombre y que por tanto perjudican la convivencia social.